Como el andariego Camilo José Cela fue “del Miño al Bidasoa”, antigua demarcación marítima con sede en El Ferrol hasta 2004, yo acabo de patearme del Duratón al Cega por un territorio de chopos, robles y pinares que esconden graníticos cruceros, fuentes y torrentes secos y entrañables templos del románico rural.
Mi acompañante el ingeniero leonés Carlos Muñoz, que filma el tránsito, se detiene primero en la restauración de la iglesia de San Miguel de Bernuy, y luego en un canecillo de belleza increíble en la ermita de Cobos y luego en la fascinación de la eclesial Sepúlveda, libro calcáreo abierto, y así vamos todo el rato, yo escuchándole:
-Si supiérais lo que guardáis los segovianos en estos arcones de piedra tallada...
-Lo sabemos.
-Pero no lo valoráis.
Nos cruzamos en Duruelo con unos milaneses que hacen la ruta que nosotros, y Carlos se excita ante la geometría lucífera de un rosetón de la escuela cluniacense que acaba de captar en el fragor del mediodía cereal. Lejos las cosechadoras levantan una nube de polvo:
-¿Lo ves? Vienen de Italia a veros.
Si Cela hizo un camino literario sobre la marcha, que hoy sirve de enseñanza y deleite para los viajeros ilustrados, como éstos que en la lengua del Dante me enseñan “Judíos, moros y cristianos” junto con “Viaje a la Alcarria “ y “Del Miño al Bidasoa”, yo me contento con que unos pocos peregrinos lean estas líneas y sigan el paisaje de entrerríos que les señalo, entre arte y entre pinares.
Quizá encuentren cegado el Cerquilla en muchos recovecos y valladares, quizá florezcan menos berros que antaño en Fuentesoto o La Villa, quizá las interminables arenas se hayan tragado el Cega, supra o bajo Lastras, quizá las Dehesas Mayor y Menor, Olombrada, Lovingos y Frumales estén empezando a dorar su verdor en la hondonada…Quizás, quizás, quizás. El verano es para viajar, y es probable que alguien que pase por aquí con aficiones paleontológicas encuentre en la senda trilobites del Mar de Tetis.
Apuleyo Soto (ACLEPT)
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