lunes, 2 de noviembre de 2009
VUELVEN LOS CLASICOS
En estos días de Premios Nóbeles y Premios Planeta y Premios Príncipe de Asturias y Premios Reina Sofía y Premios Ciudad de Torrevieja y Premios del último y más pequeño Ayuntamiento de España y Premios y más Premios de Literatura…, “vuelven los clásicos”, los autores que nunca debieron dejarse caer de las manos de los lectores, porque son la mayor riqueza que han heredado los pueblos, por encima de los pozos de petróleo o las minas de plata y oro y diamantes, viva Cervantes.
Leo el gigantesco eslogan VUELVEN LOS CLÁSICOS en los escaparates encristalados de la Casa del Libro de Madrid, a dos pasos de la Puerta del Sol, en la calle Tomás Luis de Vitoria, ¡y cuánto me alegro! ¿Será verdad tan estupenda noticia? Parece que sí. ¿Pero es que se fueron alguna vez? Parece que sí también, porque se les estaban haciendo muy duros y difíciles de comprender a los hombres, mujeres y muchachos de hoy, de manera que ya no aparecían en las librerías ni en las grandes superficies, pues según afirmaban los encargados, “no se vendían”.
No se vendían, y si por un casual alguno suelto se compraba, no se hojeaba/ojeaba, por falta de tiempo, de interés y de ganas. Ahora sí. Ahora la moda, que siempre resulta superficial y efímera, como una dama excitante de caprichosa belleza y juventud, los ha puesto en las golosas estanterías de la gran ciudad, formando babilónicas torres de papel para llamar la atención, gracias al estreno de “Ágora”, la populosa y millonaria película de Alejandro Amenábar, en la que luce palmito Rachel Weitz, la artista germana que representa a Hipatia, una filósofa-astrónoma de la Alejandría del siglo V, martirizada por el fanatismo cristiano del preboste Cirilo y los suyos, vaya por Dios.
Los textos sacados nuevamente a la luz son incontables, desde “La miel y la absenta”, de Lucrecio, a la “Historia de los griegos y los romanos”, del genial periodista italiano Indro Montanelli, una joya que todavía coleaba, aun después de raer los estudios de las Humanidades en las ciento y pico Universidades patrias. Nada, que me han invitado del Instituto Cervantes de Fez, Marruecos, para hablar de “los clásicos contados a los niños”, y allá que me voy. Yo nunca dejé de entretenerme con “La vida es sueño”. Por ejemplo.
APULEYO SOTO
Leo el gigantesco eslogan VUELVEN LOS CLÁSICOS en los escaparates encristalados de la Casa del Libro de Madrid, a dos pasos de la Puerta del Sol, en la calle Tomás Luis de Vitoria, ¡y cuánto me alegro! ¿Será verdad tan estupenda noticia? Parece que sí. ¿Pero es que se fueron alguna vez? Parece que sí también, porque se les estaban haciendo muy duros y difíciles de comprender a los hombres, mujeres y muchachos de hoy, de manera que ya no aparecían en las librerías ni en las grandes superficies, pues según afirmaban los encargados, “no se vendían”.
No se vendían, y si por un casual alguno suelto se compraba, no se hojeaba/ojeaba, por falta de tiempo, de interés y de ganas. Ahora sí. Ahora la moda, que siempre resulta superficial y efímera, como una dama excitante de caprichosa belleza y juventud, los ha puesto en las golosas estanterías de la gran ciudad, formando babilónicas torres de papel para llamar la atención, gracias al estreno de “Ágora”, la populosa y millonaria película de Alejandro Amenábar, en la que luce palmito Rachel Weitz, la artista germana que representa a Hipatia, una filósofa-astrónoma de la Alejandría del siglo V, martirizada por el fanatismo cristiano del preboste Cirilo y los suyos, vaya por Dios.
Los textos sacados nuevamente a la luz son incontables, desde “La miel y la absenta”, de Lucrecio, a la “Historia de los griegos y los romanos”, del genial periodista italiano Indro Montanelli, una joya que todavía coleaba, aun después de raer los estudios de las Humanidades en las ciento y pico Universidades patrias. Nada, que me han invitado del Instituto Cervantes de Fez, Marruecos, para hablar de “los clásicos contados a los niños”, y allá que me voy. Yo nunca dejé de entretenerme con “La vida es sueño”. Por ejemplo.
APULEYO SOTO
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