martes, 10 de noviembre de 2009

CONGRESO FEPET BALI.CARTA DESDE OTRO MUNDO



Te escribo, lector, desde Yakarta, capital de Indonesia, que está en otro mundo muy diferente del segoviano, en pleno ecuador. Sus malayos habitantes –más de diez millones- son prácticamente nuestros antípodas, y te los imaginarás cabeza abajo. Es broma.

Acabo de llegar en compañía de 64 periodistas y escritores de turismo que nos hemos alojado en el Gran Hotel Meliá, un lujo asiático. Por si algún día te animas a emprender el vuelo, el camino más corto para alcanzar este paraíso de más de 17.000 islas es embarcar en Barcelona en un Airbus de Airlines Singapore, donde te atiborran de comida y bebida durante 18 largas y altísimas horas.

Nada más aposentarte en la megaciudad te llamarán la atención sus rascacielos sobresaliendo entre las innúmeras casitas que no exceden un palmo a un cocotero, esa es la norma; el bar colonial Batavia, recuerdo de la presencia holandesa; los mercadillos al aire libre como tienduchas de una medina; la plaza municipal del barrio gótico con los niños y jóvenes jugando al fútbol con los pies descalzos o tratando de venderte cachivaches; las incesantes motocicletas con hasta cuatro pasajeros, y el viejo muelle de barcazas o Sunda Kelapa, en el que trajinan miles y miles de obreros transportando sacos de cemento con el torso desnudo, igual que en el Egipto de los faraones. El olor del calor húmedo y el agua encharcada, mezclado a las especias y a la corrupción de los frutos tropicales, no te abandonará en el recorrido. Indonesia es un olor y un sabor característicos, en un mundo de contrastes.

Y es que desde allí pasarás a ver el Monas o Monumento Nacional, una pirámide de 137 metros de altura cuya cúpula cubre una llama gigante de 38 kilos de oro fino sobre un espacio despejado de varios kilómetros cuadrados a la redonda, donde se realizan las grandes ceremonias religiosas, lúdicas y militares. En ese enlosado circundado de verde, el indonesio se siente muy pequeño, una hormiga. De ahí el espíritu reverencial y obsequioso de este pueblo.

Con esta carta te envío el sabio consejo del ensayista y fabulista canario Tomás Iriarte, que reza así:”Es muy poco lo que gana/ en viajar el que no lleva/ la instrucción anticipada,/ y enseña ver muchos libros/ más que el ver muchas posadas”. Pues eso.
Apuleyo Soto (ACLEPT)

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