miércoles, 4 de noviembre de 2009
La bien rehecha Pedraza
Desde las primeras horas del día, Pedraza se despereza con la llegada de los turistas nacionales y extranjeros, que abarrotan los fines de semana con sus flamantes coches los aparcamientos situados a la salida del casco histórico.
Apagan los motores quedamente, como si se sintieran cómplices de una profanación del medio ambiente, y enfilan a pie los rincones típicos de la Villa con parsimonia procesional, sin alzar apenas la voz, para no competir ni con los pájaros, que empiezan a pipiar sus enramados conciertos otoñales de membrillo maduro…
Lo primero que hacen los visitantes –avisados que son- es reservar mesa en los bares-restaurantes con que se tropiezan, cada diez o veinte metros, entre tahonas, palacetes, hospederías y locales de artesanías y recuerdos. Para su regusto se han rehabilitado las viejas casonas, que lucen escudos y ventanajes con rojos geranios enrejados, y las viviendas de nueva construcción respetan y se acoplan a la arquitectura tradicional de la piedra calcárea, blanca y rosada. Ellos miran, se extasian, evocan otros tiempos, recuerdan historias escolares y tiran cientos de fotografías digitales.
Por la Plaza Mayor semiporticada y las calles adyacentes a la torre de San Juan y el ayuntamiento, las pisadas se les ajustan no sin dificultad al empedrado medieval, cuyas lajas y cantos rodados parecen hechos a la medida de los cascos de los caballos más que a las suelas de los zapatos. Pero esos escrúpulos del camino añaden un encanto más al deambuleo artístico-gastronómico.
Ya saben que a Pedraza, ceñida por la muralla, se entra por una sola puerta, luego de remontar la pina y zigzagueante cuesta que da acceso al peñón aquilino que mira cayéndose abrazado al hondón del Cega. Es una puebla pintoresca en verdad, distinguida como Conjunto Monumental en 1951 y galardonada con el premio Europa Nostra en 1996. El esplendor de los Velasco y la lana de la Mesta la puso por los cielos durante siglos hasta que decayeron el nepotismo y los negocios, y hubo que levantarla mucho después casi de nueva planta por el amor de unos pintores, unos escritores y unos directores…de cine. Reluce limpia, como recién lavada.
Es la hora del almuerzo y me ha reservado mesa compartida de cordero y cochinillo en el Corral de la Joaquina don José Lara, presidente de la Fundación Villa de Pedraza. Si usted gusta, acompáñenos. Hablaremos de cuentos con Ángel Esteban Calle, Antonio Gracia y Rafael Sanz Sanz.¡Es que es de cuento la Villa!
Apuleyo Soto (ACLEPT)
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