domingo, 17 de enero de 2010

SEGURO PARA TURISTAS

Sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Por eso ahora, ante la catástrofe volcánica de Haití, he recordado yo la atinada propuesta del colega asturiano Carlos Cuesta Calleja en el Congreso Internacional de FEPET (Asociación Nacional de Escritores y Periodistas de Turismo), recientemente celebrado en la isla indonesia de Bali, que pedía un seguro para los viajeros damnificados por cualesquiera causas ajenas a su voluntad. Habrá que ponerla en práctica. Obras son amores y no razones falsas.

Es verdad que la solidaridad internacional se vuelca y ayuda a tope en estos desgraciados eventos, pero a veces –muchas, tantas, demasiadas- esa solidaridad se diluye, dispersa y queda inutilizada por mor de los compromisos políticos internacionales o por la rapiña de las masas descontroladas, y no llega al fin, de verdad y legalmente, a las manos de los parientes de las víctimas. En estos trágicos momentos los familiares se las ven y se las desean para saber a qué atenerse por no disponer de una legislación que les ampare, compense e indemnice. Y pasado el susto, manos lavadas, manos blancas, si te he visto no me acuerdo. Así son la vida y la muerte. Indignas. Pena sobre pena. Este artículo no intenta ser un rizo literario sino un S.O.S de prevención. Porque se van a repetir, cuando menos lo esperemos, desgracias como las sufridas en estos momentos, en carne y hueso de morgue de Alan Poe.

¡Un seguro de accidentes para los turistas del mundo unidos, ya! Yemen, Somalia, Arabia, Congo, Mali, Argelia, Túnez, Palestina, Líbano, Irán, Paquistán, Afganistán, Turquía, Egipto…, ¡y Reino Unido, USA, Francia y España! están siendo punto de mira del terrorismo mundial y punto de erupción de las convulsiones tormentosas de la tierra. Aquí no hay nadie seguro. Aquí no se salva nadie. Esto es el naufragio “titánico” de la alegre Jauja.

Disculpad, lectores, este tono apocalíptico de un PUNTO de cordura, pero es que la pluma se me subleva cuando echo de menos soluciones y sobran lágrimas de Cocodrilo Dundee.

Es la hora en la que Zapatero debe rezar junto a Obama. Allí le quiero ver. Y Dios quiera que nos salven. Los dos. Y que se salven a sí mismos. Por lo que a todos nos conviene: Vivir seguros.

Apuleyo Soto

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